sábado, 23 de abril de 2016

Julio Meinvielle - De Lamennais a Maritain

De Lamennais a Maritain

Prefacio del autor:

El presente volumen contiene seis estudios y una conclusión, donde se examinan a la luz de los principios católicos, algunos aspectos de la filosofía social-política de Jacques Maritain. Decimos expresamente de la filosofía socialpolítica, porque si Maritain, que presenta sus posiciones como perfectamente compatibles con la fe católica, se limitara a analizar los hechos y orientaciones de la vida moderna sin erigirlas como norma de conducta, poco o nada debería la teología intervenir en sus disquisiciones. Pero Maritain elabora una nueva filosofía social-política; una nueva norma que ha de regular la actuación pública de los católicos en todo el mundo, si no quieren defraudar las esperanzas que en ellos ha puesto la “Nueva Cristiandad”, la nueva norma de convivencia universal humana que ha de moverlos y guiarlos como un “objetivo apto a ser querido plena e íntegramente, y a arrastrar eficazmente hacia sí, a finalizar eficazmente las energías humanas que tenderán hacia él de una manera tanto más viva cuanto la voluntad se lo propondrá en su integridad.

Como el juicio que surge del presente libro pudiera aparecer severo para el lector que no tenga presente la inmutabilidad de la Regla de Conducta que comporta la doctrina de la Iglesia, no ha de ser ocioso advertir que el punto vulnerable de toda novedad que quiera introducirse en la Iglesia radica precisamente en su novedad. La Iglesia es una vida; una vida de la inteligencia y una vida de la voluntad. Vida, cuya única fuente es el seno de la Deidad. La Iglesia vive de lo que ha recibido. De lo que ha recibido de Dios, por medio de Jesucristo, su divino Fundador, a través de los Apóstoles. Y la Iglesia ha recibido, en depósito, una única Doctrina, que no puede recibir nuevos aportes
después de la muerte del último Apóstol. La consigna sagrada e inviolable de la Iglesia es conservar con fidelidad el depósito que le ha sido confiado. Célebres los apremiantes consejos del Apóstol a su discípulo Timoteo: “¡Oh Timoteo! guarda el depósito de la fe que te he entregado, evitando las novedades profanas en las expresiones”. “Las cosas que de mí has oído delante de muchos testigos, confíalas a hombres fieles, que sean idóneos para enseñarlas también a otros”. Y celebérrimas las palabras del Apóstol a los Gálatas, cuando les dice: “Me maravillo cómo así tan de ligero abandonáis al que os llamó a la gracia de Jesucristo para seguir otro Evangelio, mas no es que haya otro Evangelio, sino que hay algunos, que os traen alborotados, y quieren trastornar el Evangelio de Cristo. Pero aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo si posible fuera, os predique un evangelio diferente del que nosotros hemos anunciado, sea anatema. Os lo he dicho y os lo repito, cualquiera que os anuncie un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema”. Es pues consigna sagrada e inviolable guardar el depósito de la verdad divina, sin la más leve alteración. Pero esta divina Verdad no es simplemente para ser creída sino para ser practicada.

Y, ¿qué tiene que ver esto con Maritain?, preguntará el lector. Muchísimo, porque aquí radica todo el problema de la “Nueva Cristiandad” de Maritain. Maritain propone en su nueva cristiandad una norma práctica de acción social católica que es otra, esencialmente diversa, de la practicada en la Iglesia. Directa y primariamente no propone algo diverso para ser creído, sino algo diverso para ser practicado. Pero este algo diverso para ser practicado ha de suponer una concepción de la vida, también diversa para ser profesada. Porque velis nolis la acción del hombre dimana de lo que piensa. Luego si es algo diverso, si es otra cosa, introduce una novedad en el Sagrado Depósito de la Verdad Católica. Y aquí aparece la gravedad de la tentativa de Maritain. Porque como enseñan los teólogos, falsa doctrina en el estilo de la Escritura es llamada otra doctrina; por esto en el texto de San Pablo a los Gálatas, más arriba citado, se habla de otro Evangelio y San Pablo dice a Timoteo: “Bien sabes cómo al irme a Macedonia, te pedí que te quedaras en Éfeso, para que hicieses entender a ciertos sujetos que no enseñasen otra doctrina”, “ne aliter docerent”.

Y así Maritain, al introducir otra Regla de Conducta social católica, por las conexiones necesarias que lo especulativo tiene con lo práctico, y lo social con lo individual, ha de proponer otro Evangelio que el de Jesucristo.

El presente estudio que sólo abarca algunos aspectos más exteriores de las desviaciones que, a nuestro juicio, contiene la Nueva Cristiandad de Maritain, es preliminar de otros estudios en los que trataremos de indagar las raíces más hondas de donde arrancan las desviaciones de su filosofía.

Mientras tanto, queremos subrayar que la fulminante fama que las tesis maritainistas han obtenido en el mundo, traen al recuerdo aquellas palabras de San Agustín: “Mira sunt quae dicitis, nova sunt quae dicitis, falsa sunt quae dicitis”.

Admirable que las fuerzas de la revolución aplaudan universalmente el programa de la Nueva Cristiandad. Nuevo que por el camino de la Revolución, puedan los católicos instaurar la soberanía social de Jesucristo. Veamos entonces qué falsedad contiene esta Nueva Cristiandad.


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