Prólogo del autor en el marco de el Primer Congreso Nacional de Filosofía, inaugurado en 1949 en la ciudad argentina de Mendoza:
Alejandro, el más grande general, tuvo por maestro a Aristóteles. Siempre
he pensado entonces que mi oficio tenía algo que ver con la filosofía.
El destino me ha convertido en hombre público. En este nuevo oficio, agradezco
cuanto nos ha sido posible incursionar en el campo de la filosofía.
Nuestra acción de gobierno no representa un partido político, sino un
gran movimiento nacional, con una doctrina propia, nueva en el campo político
mundial.
He querido entonces ofrecer a los señores que nos honran con su visita,
una idea sintética de base filosófica, sobre lo que representa sociológicamente
nuestra tercera posición.
No tendría jamás la pretensión de hacer filosofía pura, frente a los maestros
del mundo en tal disciplina científica. Pero, cuanto he de afirmar, se encuentra
en la República en plena realización. La dificultad del hombre de Estado responsable,
consiste casualmente en que está obligado a realizar cuanto afirma.
Por eso, señores, en mi disertación no ataco a otros sistemas, señalo solamente
opiniones propias hoy compartidas por una inmensa mayoría de
nuestro pueblo e incorporadas a la Constitución de la Nación Argentina.
El movimiento nacional argentino, que llamamos justicialismo en su concepción
integral, tiene una doctrina nacional que encarna los grandes principios
teóricos de que os hablaré enseguida y constituye a la vez la escala de
realizaciones, hoy ya felizmente cumplidas en la comunidad argentina.
He querido exponer personalmente ante los señores congresales tales
concepciones, en la seguridad de que las interpretarán como un esfuerzo
personal de contribución a este Congreso, y en el deseo de expresar personalmente
también a nuestros gratos huéspedes toda nuestra consideración y
todo nuestro afecto.
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